20 abr 2010

Caído

(Leer con Immediate Music-Serenata 3ª canción)

Un ángel camina con la mirada perdida en la nada. Consciente de lo que ha hecho, de lo que aún está por hacer. Ha elegido el exilio. A su alrededor, la luz que lo había acompañado desde el principio de los tiempos celestiales se desvanece, mientras contempla el primer atardecer de su vida. Y, mientras esa luz se va haciendo más y más tenue, su piel, comienza a sentir. Sí, siente. Siente como el viento del sur acaricia su cuerpo desnudo. Siente como el frío del hielo antártico cala en sus huesos. Siente como una a una, las plumas que mostraban el honor obtenido en la batalla, se desprenden lentamente de sus alas; unas alas antaño brillantes, ahora grises, resecas, casi muertas. Siente, como la gracia de Dios, su señor, le abandona. Pero no es la confianza divina lo que pierde. Pues nunca había contado con ella. Ninguno de ellos. ¿Lucifer lo sabía? ¿Acaso las antiguas escrituras no eran más que otra cruel farsa? ¿Una artimaña para mantenerlos allí arriba, enjaulados, como los hombres hacían con sus semejantes? Ciegos. Sordos. Incapaces de ver más allá de la luz.

Mientras su última pluma, su último vestigio físico que lo separa de los humanos, se evapora en el viento como el simple polvo que un día fuera. El ángel caído contempla como desaparece el sol, completándose así el ritual que da comienzo a su condena. Su condena, o su liberación. Las dudas lo asaltan mientras sus rodillas se doblan por el frío. El que había sido poder puro se ve ahora derribado por los simples elementos. Está perdido, ¿había tomado acaso una decisión precipitada? Ya podía ver. Sí. Pero solo atisba lo que puede ser. No lo que es. Sin idea de que hacer. De cómo sobrevivir. O tal vez sí.

Una lágrima resbala por su piel antes de cristalizarse. Lagrimas. El ángel que lloró. No. No es el ángel quién llora. "No soy un ángel", balbuceó en una lengua que ni el más sabio de nuestros historiadores sabría catalogar. "Entonces, ¿quién soy?".

Todo se volvió oscuro para él. Pero supo, antes de desvanecerse en la nada. Que no lloraba por la decisión que había tomado. Si no, por las que aún estaban por llegar.


En otro lugar, el fuego arde, dando vida a la hoguera nocturna. La fiesta que marca la llegada del verano da comienzo.  Dos jóvenes amantes se separan de su grupo y, sin imaginarse que pronto tendrán en sus manos el destino de todos, se entregan a una noche de placer y pasión en las cristalinas aguas del mar. Un mar que todavía alberga muchos secretos.

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